¡Buenos días!
¡Buenas noches!
¡Buenos días!
¡Buenas noches!
Tan simples frases me están matando, o tal vez sea yo quien me estoy suicidando lentamente a punta de cortesías y orgullo por no poder decir nada, o realmente por no querer decir que me equivoque, que soy impulsiva, que no siempre logro darme a entender, que me gana al cobardía y me siento casi familiar de Houdini.
De pronto extraño las pesadillas, y la vez desearía no volver a soñar nunca más... meterme en mi propia maleta y enviarme a viajar sola encerrada con mis recuerdos y mis demonios.